
El comienzo de una relación, especialmente cuando va más allá de la amistad, puede ser una de las experiencias más aventureras —o de más alto riesgo— que podamos vivir. Y es que intentar entrar en la vida del otro, o abrirnos para que alguien más entre en la nuestra, requiere mucho más que atracción o deseo. En muchos casos, resulta más sencillo mostrarnos piel a piel que desnudar el corazón.
A veces no somos del todo conscientes de lo enorme que es el hecho de que dos vidas, con sus historias, amores, desamores y heridas, intenten encontrarse e integrarse.
¿Qué se necesita para que ese comienzo tenga un camino por recorrer y no se quede solo en el punto de partida? Tal vez constancia, tiempo de calidad, comunicación, ganas… Y, al menos, que una de las partes esté segura de querer conocer a la otra. Esa será la parte activa, constante y firme, porque en ocasiones uno de los dos es más reservado y, aunque logre dar pasos hacia adelante, ante el primer tropiezo puede retroceder. Pero un poco de constancia y paciencia puede marcar la diferencia.
Ojalá que todos podamos tener ese lado aventurero para disfrutar de los nuevos comienzos, o al menos de la coquetería, que despierta emociones que a veces olvidamos. La coquetería trae luz y chispa, y la vida, con luz y chispa, siempre reluce.
🧡Con amor y pecas,
Sheyla.



