“…y vuelan, los días vuelan, mil oportunidades pa’ conocerte vuelan, pero yo, ya le cogí el gustito a la espera…”
“…En ti veo luces que no veré, dudas que no sabré, cosas sencillas que me encantaría tener una vida completa, pero vuelan, las horas vuelan…”
-Cultura Profética, La espera-
(2010)
Toda ella es preciosa.
En definitiva es una de mis canciones favoritas y siempre me ha llevado a diferentes reflexiones aplicables dependiendo del momento en el que nos podamos encontrar; por un lado puede ser un jalón de orejas porque las oportunidades pasan sin que demos un paso en dirección a esa persona que nos gusta, quizás por temor a no ser correspondidos, a dar el primer paso, entre otras, de modo que transmite la fuerza para enfrentar esos miedos y actuar sin importar cuál sea el desenlace, reconociendo que la verdad es poder y que no sirve de nada quedarnos con la incertidumbre de no saber cuál podría ser el final de aquel gusto.
Por otra parte es un mantra de resiliencia, de paciencia frente a ese amor que deseamos que llegue o la espera de ese amor que aún no está listo para nosotros, de tal forma que esa espera se puede convertir ya no en un camino de angustia, inquietud y ansiedad, si no en un camino de tranquilidad, aceptación, entendimiento y cierto gustito en ella.
Además de ser un recordatorio cuando se está en una relación amorosa, de cómo fue el inicio de esa historia, la importancia del tiempo compartido y un cuestionamiento sobre si estamos aprovechando/disfrutando/agradeciendo ese tiempo con esa persona, si estamos honrando la oportunidad única de conocerla de cerca, lo que las mueve, lo que las enamora, sus luchas, sus sueños, sus miedos, simplemente conocerlas.
Así que esta es la oportunidad de que te preguntes ¿en qué momento estás y qué harás al respecto?
Piensa con calma.
Con amor y pecas,
Sheyla.
